ASSAIG S. T. 1909-1919

LO HUMANO: BALAS Y SANGRE
EL ARTE: EL MEJOR HISTORIADOR 
Osvaldo Bayer

La protesta. La voz de los humillados, las balas, la sangre. El llanto del dolor. La historia del ser humano. La crueldad, pero la rebeldía. Los amados muertos, pero el triunfo paso a paso. El Arte frente a todo eso. El Arte es el que mejor nos lo refleja. La niebla de la realidad, el descubrirla, el buscarla. Los artistas son los mejores historiadores, los que siempre van a interpretar el alma humana en toda su grandeza y sus iniquiddes. Sus crueldades. Sus terribles crueldades.

Estas fotos, estas realidades. Esta interpretación artística, esta Verdad. No necesitamos un psicólogo ni un historiador para que nos expliquen estas dos tragedias humanas. Injustas en su represión. Justas, valientes y generosas en la reacción de los de abajo.  Buenos Aires: sus pobres, sus explotados, los que apenas tenían para dar a comer a sus hijos a pesar de que trabajaban todo el día. O aquellos que semanas antes en Barcelona querían terminar con la injusticia de la guerra, lo irracional de lo militar y del reino y sus obsecuentes de siempre.

Las calles de Barcelona. Las calles de Buenos Aires. Dos semnas trágicas.
Una misma reacción. El coraje civil. La brutalidad uniformada. Los de abajo y los de arriba. Las palabras sagradas: Justicia y Libertad. Las palabras manoseadas durante siglos: orden y progreso. El progreso para quien.

Las balas contra la palabra. Libertad, Igualdad, Fraternidad. Disciplina, Orden,  Jerarquía.Dos mundos en un mundo solo. Semanas trágicas. Muertos por pedir justicia en Buenos Aires. Muertos por decir no a la guerra sí a la República, en Barcelona. 1919, 1909. Muertos. El llanto de los niños. La desesperación de las mujeres. La enorme tristeza de los valientes. Eso lo hicieron nuestra sociedades.
Cómo entender la maldad del ser humano. Cómo entender la generosidad fraterna de los esclavos que dicen ¡Basta!. Por eso, el Arte. El Arte lo descifra. Lo expresa. Niebla. Siluetas.Misterios. El ser humano, lo humano. Entre grandeza y la máxima felonía. Meter bala al rebelde que tiene razón y por eso su rebeldía.

Las calles de Barcelona. Las calles de Buenos Aires. En ellas, dos Semanas Tragicas. Los del puñetazo y los de la mano abierta. Tal cual, en calles distintas en años distintos. Pero tal cual, los de abajo y los del poder de siempre.

Nuestra pregunta: el ¿por qué? No hay respuesta. Lluven las interpretaciones filosóficas desde hace siglos. Sociología. Psicología. No, el Arte. Nos va a correr la cortina abriendo la luz para siempre. O la va a cerrar para siempre.

Ver estas obras frente a las imágenes reales nos va a abrir de pronto la puerta de la Verdad. Porque nos va a hacer soñar. Y nos va a ayudar a seguir soñando. La nobleza y generosidad del Arte. Siempre va a derrotar a la mezquindad.

EL ARTISTA QUE QUERÍA VER
Óscar Alonso Molina

El pasado debe ser transformado por el presente tanto como el presente es transformado por el pasado
-T. S. Eliot-

Sin embargo, nuestros pies se alejan en vano de la tierra donde reposan los muertos
-Guillaume Apollinaire-

Parece demostrado que inmediatamente acabada la Primera Guerra Mundial, Hitler, tras haber sufrido un ataque con gas nervioso, al enterarse de que Alemania había perdido la guerra padeció una crisis de ceguera histérica. Como es habitual en esta patología, el paciente después de un episodio traumático literalmente se “negaba a ver”, rechazando una realidad que lo agobiaba. Clínicamente, esta disminución en la capacidad visual puede resultar variable en su intensidad, ocasionando desde leve una visión borrosa hasta una ceguera total, como la que afectó al soldado raso Hitler, quien, envuelto en un frenesí de patriotismo exaltado, quería evitar que los escasos recursos médicos disponibles en el momento se emplearan en él en vez de con los “verdaderos” héroes de la contienda.
Pero experimentalmente se ha demostrado cómo los histéricos atacados de ceguera psicógena continúan viendo en cierto modo, de forma que es posible afirmar que sólo son ciegos para la consciencia, o por decirlo de otro modo: que en lo inconsciente continúan viendo. Hitler, pues, seguiría constatando en última instancia aquella realidad “inmediata” que él se negaba a aceptar, viendo lo que no quería, verificando cuanto miraba pero no quería creer, lo que le cercaba y entraba en él pero no podía asumir, justo todo lo que le “afectaba”, enfermaba... 
La guerra muy especialmente, como es obvio, pero de manera más amplia también todo acontecimiento de intensidad vital, psíquica o emocional suficiente, lo mismo individual que colectivo, se demuestra como potencial detonante para este tipo de mecanismos, los cuales nos obligan al cabo a diferenciar los procesos anímicos entre conscientes e inconscientes, y donde la autosugestión es el vórtice sobre el que pivota nuestra interpretación de lo real, lo imaginario y lo deseado.
Observa si no esta imágenes con que Gonzalo de Elvira revisa los acontecimientos en las calles de Barcelona y de Buenos Aires durante sus respectivas Semanas Trágicas de 1909 y 1919, ¿no te parece curioso que todo esté allí al borde de la desaparición, diluido, entre nieblas? Quizá no, porque piensas que son acontecimientos lejanos, desdibujados ya casi tras la línea del horizonte... Los personajes protagonistas, sin ir más lejos, retratados con esa técnica tan particular que, a medio camino del bordado y del dibujo, del píxel y del vacío, puntea pacientemente su imagen sobre el blanco del papel sin añadir apenas nada –es más: restando materia, grano, gramaje al soporte- excepto un poco de relieve y una escala desvaída de semitonos apenas perceptibles y sólo en según qué condiciones de iluminación. Sí, es cierto, fantasmagóricos, descarnados, son grandes nombres o ciudadanos de a pie que hoy por hoy no todo el mundo quiere ver ni recordar, insisto; tal vez tampoco podamos... Aunque quizá por eso resulta todavía más interesante el sutil método que ha encontrado el artista para fijarlos por unos instantes más en nuestra retina. Las huellas de los balazos en las paredes de las fachadas de Buenos Aires y Barcelona, en la carne de sus caídos esos días, son la contraimagen –también invisible ya- de estas pequeñas punciones con que pacientemente Gonzalo de Elvira ha construido las efigies de los héroes, anónimos o no, de una época urgente y apasionada, turbulenta y caótica.
Su misma pintura, desarrollada a base de barridos sobre la pasta aún mordiente, que evoca los esfumados y desenfocados tanto de la fotografía como del lenguaje cinematográfico, nos recuerda por su parte que aquellos documentos impresos perdidos en las hemerotecas, filmotecas o archivos, que constataron la crudeza de los hechos, no es posible olvidarlos por completo, y quizá incluso que las pocas secuencias filmadas que sobreviven o los documentos gráficos del momento arrastran algo siniestro (literalmente: que no se muestra por completo) que sin embargo él tiene la esperanza que su pintura ponga de nuevo a la vista, en circulación, o a funcionar. Con sus grisallas y difuminados, Gonzalo de Elvira fuerza a las imágenes de aquellos días a una suerte de nueva desaparición inconclusa, para que vuelvan a decir lo que reprimen, lo que el tiempo de espera o de silencio les ha sustraído alevosamente, lo que se ha desgastado a pesar de no haber sido resuelto. Criaderos de polvo... Es la estrategia que ha encontrado para su regreso parcial aquí y ahora, desde el fondo de un tiempo que se abismaba en el olvido. Sus calles –por cierto, igual de desoladas cuando están atiborradas por la muchedumbre y el alboroto que cuando esperan desiertas, sembradas de cadáveres-, son así una caja de resonancia en potencia pero donde sólo se percibe ya un rumor en sordina, cierto bajo en continuo que no aspira ya al crescendo de la revolución, sino a la hoy no menos radical pervivencia de la memoria histórica.
Pero, al cabo late en todo el esfuerzo de Gonzalo de Elvira un empuje todavía, algo así como la esperanzada planificación del futuro que ofrezca a los humillados y vencidos de otra época una segunda oportunidad, como puede deducirse de esos cuadernos permanentemente en proceso donde el artista recoge los restos dispersos de un ideal y unos acontecimientos trágicos, para que no se sigan diseminando cada vez más atómicamente, para que las discontinuidades de lo ya ido se reencuentren en una imagen que albergue todavía cierta tensión interior, por evanescente y desenfocada que esta sea. Ese cuaderno de bitácora es, antes que nada, un plan de futuro –para un cuadro, una serie, una imagen lanzada a los por venir-, pero también la constatación de que la lucha no ha terminado para él; la estética, como la biología, nos ofrece estas sorpresas, y son los nietos de los nietos quienes, sufriendo una extraña mutación, a menudo culminan un proceso evolutivo que había quedado sin completar en una rama familiar atrasada, desgajada del tronco común de la especie. 
Aunque bien mirado, bastaba con atender un poco más la iconografía blanquinegra de este mundo traumático y despedazado, desesperado, que quizá yo mismo no quería ver: el cuerpo del obrero: borrado; el cuerpo de la revolución: invisible; las calles tomadas y las barricadas: ahora vacías; la historia: detenida en un movimiento medio borroso, el de su disolución; pero en medio de lo que tiende a la nada, al desierto, a la ceguera, una bomba todavía sin explosionar y que podría arrancarnos los párpados de cuajo... ¡cierra los ojos ahora!, si puedes.

Gonzalo-Elvira-Assaig-055-papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-x-70-cmGonzalo-Elvira-Assaig-055-papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-x-70-cm
Gonzalo-Elvira-assaig-044-2013-Impresio-n-tipográfica-sobre-papel-50-x-70-cmGonzalo-Elvira-assaig-044-2013-Impresio-n-tipográfica-sobre-papel-50-x-70-cm
Gonzalo-Elvira-Assaig-013-2012-Papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-c-70-cmGonzalo-Elvira-Assaig-013-2012-Papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-c-70-cm
Gonzalo-Elvira-Assaig-014-2012-Papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-x-70-cmGonzalo-Elvira-Assaig-014-2012-Papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-x-70-cm
Gonzalo-Elvira-assaig-005-2012-Papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-x-70-cmGonzalo-Elvira-assaig-005-2012-Papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-x-70-cm
Gonzalo-Elvira-Assaig-003-2012-papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-x-70-cmGonzalo-Elvira-Assaig-003-2012-papel-perforado-con-aguja-y-martillo-50-x-70-cm
Gonzalo-Elvira-Asaig-016-2012-papel-perforado-con-guja-y-martillo-50-x-70-cmGonzalo-Elvira-Asaig-016-2012-papel-perforado-con-guja-y-martillo-50-x-70-cm
Gonzalo-Elvira-Assaig-035-2011-papel-perforado-con-aguja-y-martillo-70-x-50-cm-Gonzalo-Elvira-Assaig-035-2011-papel-perforado-con-aguja-y-martillo-70-x-50-cm-